El grito de

#YaNoEsGracioso: Ese grito de “p…” está mal, no hay más

El grito de "apoyo" para la Selección mexicana tiene que parar de una vez por todas.

Por: Alonso Arias

Al principio era divertido. Todos esperaban con ansias que hubiera un saque de meta para poder gritar de nuevo. Era una emocionante catarsis colectiva. En vez de que uno se la mentara allá en la última fila o el otro le gritara “culero” por su cuenta, se decidió gritarle todos juntos, al mismo tiempo y una sola ofensa: PUTO.

Foto: AP
Foto: AP

Y no. Lo que menos pasaba por nuestra cabeza era decirle al portero que era un homosexual o que le gustaban los hombres. Era decirle “puto”. Sin ninguna otra intención. Como cualquier otra ofensa. Una evolución del famoso “Culeeeeroooo” o el tan contundente “Chinga a tu madre”.

Pero entonces alguien se quejó porque era ofensivo y homofóbico. Muchos, incluyéndome, lo defendimos con argumentos de todo tipo. Que si en México, decir “puto” tiene muchas connotaciones. Que si “Puto” no es “joto”. Que si no eres mexicano no entiendes a quién y por qué le decimos “puto”. Que si “puto” el que lo lea. Nos dejamos ir con todo tratando de defender nuestra nueva aportación al fútbol mundial soñando con perpetuarla junto a nuestras otras dos grandes creaciones: la Ola y el “Sí se puede”.

Miguel Herrera

Pasaron los partidos. El grito creció y se extendió. La FIFA metió castigos, multas y amenazas de vetos. En otros países se pidió no hacerlo. Incluso se bloqueó el audio en las transmisiones de tele y, hoy, hasta la misma Selección mexicana pide a los aficionados que no lo hagan. ¿Y qué es lo que se está logrando con esto? Que lo griten más duro y con más ganas.

¿Por qué? Porque así somos los mexicanos. Antirreglas. Antiautoridad. Creemos que desobedecer nos hace bien chingones. Porque hasta cuando éramos bebés y hacíamos berrinches y pataletas, nuestras mamás se ponían orgullosas diciendo que éramos “bien tremendos”.

Risita

¿Pero saben qué? Ya no es gracioso. Si es homofóbico o si fomenta la violencia contra la comunidad gay, es otra discusión. Ya no es gracioso porque está mal. Y está mal porque ya nos pidieron que no lo hagamos y lo seguimos haciendo. Por nuestros huevos. Porque somos bien chingones. “Bien tremendos”. Porque para nosotros, decirnos que algo no debe hacerse es como decirnos que lo hagamos más.

Está mal aunque para nosotros no esté mal. Está mal porque vamos a otros países a dar pena. Como los que se orinaron en la flama del soldado desconocido en el Mundial de Francia o los que le pusieron un sombrero de charro a la escultura de Mandela en Sudáfrica. Está mal porque demuestra que somos un país, más que homofóbico, sin educación. Sin modales. Y eso, está mal.

Alonso Arias es mejor conocido por quienes los queremos como “Loncho”. Mexicano. Papá.  Panbolero. Publicista. No necesariamente en ese orden. Cuando se inspira, teclea por aquí. Síguelo en @lonchoarias.