Este libro certifica que mientras en Europa creían que la Tierra era plana, nuestros antepasados ya calculaban con precisión los movimientos astronómicos.
Por: Omar Porcayo
Por décadas, la autenticidad del libro más antiguo de América había estado en disputa. Se trata del Códice Grolier, un tesoro maya descubierto en la década de los 60, y que ahora fue dignificado por un profundo estudio de expertos de las universidades de Harvard, Yale y California-Riverside.
Se trata del primer libro del que se tenga registro en el continente, y fue realizado por escribanos mayas hace más de 750 años.
“Tiene la distinción de ser no solo el más antiguo de los cuatro códices mayas, sino el manuscrito nativo más antiguo del Nuevo Mundo”, dijo el arqueólogo Michael D. Coe, uno de los autores de la investigación, a la BBC.
Siempre se dudó que este códice de 10 páginas fuera genuino, pues fue sacado de México de contrabando y apareció en el club Grolier de Nueva York –de ahí su nombre.
Con el exhaustivo trabajo del grupo académico, el documento se volvió invaluable, porque además aporta datos importantes sobre una de las civilizaciones antiguas más inquietantes.
“Este códice nos dice mucho acerca de los mayas en el turbio siglo XIII del que no sabíamos mucho antes”, dijo Coe.
“Ayudaba a los sacerdotes con la adivinación y explica la práctica ritual, así como las decisiones sobre cosas como cuándo hacer la guerra”, agregó.
El Códice Grolier se encuentra celosamente guardado en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México. De acuerdo con Baltazar Brito, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aún hay muchas interrogantes por resolver, y la academia mexicana solo podrá respaldarlo cuando haga una investigación propia.
Su antigüedad exacta y congruencia son los puntos que mantienen más escépticos a los investigadores mexicanos.
Lo cierto es que este códice del siglo XIII traza el movimiento del planeta Venus. Cuenta el número de días que transcurrió entre un levantamiento helicoidal de Venus y el siguiente, o los días en que la “estrella de la mañana” apareció en el cielo antes del amanecer.
Mientras los mayas calculaban los fenómenos astronómicos para determinar sus rituales, en Europa se libraban las cruzadas, y se creía que la Tierra era plana. Aún faltaban 300 años para que Nicolás Copérnico sentara las bases de la astronomía moderna y la concepción de los movimientos planetarios.