Los peligros de la guerra no distinguen entre quienes tienen papeles y quienes no. Estados Unidos sí.
Por: Omar Porcayo
En las fuerzas armadas hay cerca de 157,000 efectivos de origen latino que sirven al país. De ellos, hay una porción considerable de mexicanos que sin importar su estatus migratorio fueron al frente de batalla con la misma entrega que el resto de sus compañeros, se arriesgaron tanto como el que más, pero al final de sus días activos el trato recibido ha sido muy distinto.
Para el gobierno de los Estados Unidos ha sido más sencillo expulsar del país a veteranos mexicanos que pelearon por la nación, que atenderlos después de que regresan de zonas de conflicto y se enfrentan a problemas como el consumo de sustancias, depresión y el síndrome de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés).
Cerca de 239 veteranos de guerra han sido deportados a México desde que terminó la guerra de Vietnam a pesar de haber cumplido sentencias por diferentes cargos criminales, un trato que contrasta con el que se da a los veteranos estadounidenses, que también encaran dificultades para reintegrarse a la sociedad.
“Mi hijo necesita ayuda física y psicológica, no una deportación”, dijo a Univision Miguel A. Pérez, padre del mexicano Miguel Pérez Jr., veterano de la guerra de Afganistán que después de pasar siete años de prisión por vender dos libras de cocaína en Chicago enfrenta un proceso de deportación a México.
Pérez Jr. sirvió en dos periodos en la guerra contra Afganistán. Quedó sordo de un oído y fue diagnosticado con PTSD.
“Tocó fondo, una guerra no es nada fácil, es algo serio… Angustiado, cuando regresó de la guerra. Después, el sufrimiento de un arresto, siete años en prisión, y ahora la deportación, no es fácil”, agregó su padre, quien pidió clemencia para su hijo que ahora tiene 38 años y no conoce otro país que no sean los Estados Unidos.
“El PTSD es un problema muy significativo entre los veteranos y el personal militar puesto que es uno de los trastornos más comunes que afecta a los individuos que viven una experiencia traumática como puede ser estar en una zona de guerra”, explicó a BBC Mundo Paula Schnurr, vicedirectora del Centro Nacional para el PTSD.
En agosto de 2012 la administración del presidente Obama otorgó más fondos para fortalecer la atención a miembros del ejército, incrementó la capacidad de la Línea de Atención a los Veteranos e invirtió cerca de cinco millones de dólares en salud mental, contratando a 1,600 proveedores de salud mental y 248 especialistas en el ramo.
A mediados de noviembre en North Carolina se inauguró el primer pabellón en una prisión exclusivo para veteranos de guerra, con la intención de brindarles atención especializada para reinsertarlos en la sociedad.
A la luz de los hechos estos beneficios son selectivos, sin importar que en el frente los peligros no distingan entre quienes tienen papeles y quienes no.
“Este país nos rechaza y nos tira también. Esto es una falta de honor, nosotros servimos a este país con amor y lealtad”, dijo a Univision César López, veterano de guerra de la Marina que fue deportado.
“Mi hijo necesita ayuda física y psicológica, no una deportación”.
Para López es ingrato ser deportados por no ser ciudadanos, y no tener más opciones cuando se enfrentan este tipo de problemas.
Y es que el lastre de la discriminación no es privativo de los elementos retirados. En las mismas filas del ejército persisten conductas racistas en contra de las minorías a decir de miembros que lo han sufrido en carne propia.
“Mucha gente cree que cuando te pones el uniforme militar dejas de ser negro o latino, dejas de ser gay o mujer… Sería maravilloso que como soldado todos fueran iguales, pero no es así”, escribió en un sentido blog en The Huffington Post Angel Rodríguez, exmiembro de la Fuerza Aérea.
“No tienen idea de cuánta basura racista vi cuando tenía uniforme… Racismo directamente contra mí cuando tenía mi uniforme en Texas, el corazón de América, la capital del patriotismo, le faltaron el respeto a mi nacionalidad con sobrenombres racistas”, agregó.
“Ahí mismo en Wichita, Texas, me hicieron saber que no era bien recibido mi hispano trasero, ¡aunque tenía puesto mi uniforme!”, compartió el ahora activista latino.
Lamentablemente este tipo de historias no se cuentan en los días en que se celebran a los veteranos, cuando todo es solemnidad y agradecimiento.
A pesar de todo los mexicanos y latinos se siguen enlistando en el ejército, tanto así que las estadísticas muestran que el número de veteranos de nuestra comunidad se duplicará para el 2043.
Esperamos que para ese entonces, Estados Unidos sea más agradecido con TODOS sus veteranos, sin importar si tienen o no papeles.