Los inmigrantes somos puro coraje, e Ivanka lo sabe.
Por: Omar Porcayo
La historia de Julissa Arce es uno de tantos casos de éxito de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, que tiran a la basura el discurso racista de Donald Trump. Sus logros son tan encomiables, que ni la propia Ivanka Trump se pudo resistir a admirarla y reconocerla públicamente.
En marzo de 2015, a solo unos meses de que su padre se lanzara como candidato a la presidencia, Ivanka Trump compartió un tuit en el que aceptó amar la historia de una mexicana que llegó a la Unión Americana como indocumentada, y se abrió paso hasta ser una de las ejecutivas más importantes de Wall Street.
We love this story about an undocumented immigrant who worked her way up on Wall Street. http://t.co/YOtMoFeqAz @business #ITWeeklyClicks
— Ivanka Trump (@IvankaTrump) March 8, 2015
“Amamos la historia de esta inmigrante indocumentada que se labró su camino hasta Wall Street” – Ivanka Trump, marzo 8 de 2015.
Exactamente 100 días después, la hija de Donald Trump hizo mutis cuando su padre calificó a los inmigrantes mexicanos de “violadores” y “criminales”. Nada más lejano de la realidad, y ella lo sabe, porque Julissa es la prueba.
“Ella escribió eso en 2015, antes de que Donald Trump anunciara su candidatura tachando a los mexicanos de violadores. Recuerdo haber pensado, ‘¿qué cambió en estos tres meses?’, nada, nada había cambiado”, le dijo la también defensora de los derechos de los inmigrantes al HuffPost.
“Cuando miras la televisión, las únicas personas discutiendo esos temas (migratorios), no son personas como nosotros. Ellos hablan de nosotros, pero nunca han vivido un día en nuestros zapatos… Así que cuando miro ese tuit pienso, ‘amas esta historia, porque sabes que es una historia americana’. Es la historia de millones de personas”, agregó la mexicana de 32 años.
Y es que Julissa sabe de lo que habla. Entiende que su éxito vale por diez, debido a todos los obstáculos que tuvo que sortear para llegar hasta donde está.
Ejecutiva de día, indocumentada de noche.
Llegó a los 11 años con una visa de turista, y debido a decisiones familiares se quedó a vivir en Texas, donde aprovechó al máximo su educación para dejar de vender pastelillos en la calle y convertirse en la vicepresidenta de la prestigiada firma Goldman Sachs.
El camino en Goldman Sachs de becaria hasta la élite de los ejecutivos financieros no fue sencillo, en lo absoluto.
En septiembre de 2007, ya como ejecutiva, recibió una llamada de su familia en México, en la que le avisaron que su padre había muerto. Solo pudo encerrarse unos minutos en el baño y luego regresó a su escritorio a trabajar ante la incredulidad de sus compañeros. Nadie entendía por qué no tomaba un avión para estar con los suyos.
Solo Julissa sabía que llevaba una doble vida, y que como inmigrante indocumentada no podría regresar a los Estados Unidos si salía.
“Definitivamente hubo momentos escalofriantes… solo me concentraba en hacer un buen trabajo; cada que me llamaban inesperadamente a la oficina de mi jefe pensaba, ‘lo descubrieron’“, contó a NBC sobre los siete años que trabajó en el distrito financiero de Manhattan, con una situación migratoria irregular.
Ahora con sus papeles en orden, la exitosa conferencista decidió compartir sus experiencias en su biografía, “My (Underground) American Dream” (Mi [subterráneo] Sueño Americano), en busca de derribar los prejuicios que prevalecen en parte de la sociedad norteamericana, en contra de los inmigrantes indocumentados.
“Hay una visión muy limitada de quién es un inmigrante indocumentado y lo que hace… Pasé casi una década silenciosa, tratando de pasar inadvertida, avergonzada de lo que la gente podía pensar. No más, tengo mucho que decir. Si aún estás indocumentado, no creas lo que dicen de nosotros. Somos mucho más que estereotipos”, escribió recientemente en su cuenta de Instagram.
Y sí, los inmigrantes indocumentados son mucho más que estereotipos, son dignos de admirar. Mucha gente lo sabe, hasta la hija de Donald Trump.