Deportar a inmigrantes no mejorará el desempleo y los granjeros lo saben.
Por: Omar Porcayo
La cruzada de Donald Trump en contra de los inmigrantes indocumentados promete a los trabajadores estadounidenses disminuir el desempleo y mejorar los salarios, sin embargo es muy probable que el resultado sea completamente opuesto.
Tom Nassif, presidente de la Asociación de Productores de Occidente, advirtió en declaraciones a The New York Times, que la expulsión de trabajadores agrícolas generaría un efecto dominó lascivo para la economía estadounidense, pues con los inmigrantes también se irían los trabajos.
“Siempre habrá trabajadores extranjeros para cultivar nuestros campos… la pregunta que se deben hacer (los legisladores) es si quieren que trabajen dentro de nuestra economía o en otro país”, expresó el empresario.
Acorralados por la escasez de mano de obra, productores de California consideran rentar parcelas en México para mantener su negocio. Los que siembran aguacate ya están explorando terrenos en Michoacán, el estado mexicano líder mundial en producción del fruto.
Según Nassif, cada campesino genera otros tres empleos en la economía estadounidense, pero la visión simplista de las políticas republicanas está obsesionada con expulsar a los trabajadores sin autorización que representan más del 50 % en los campos.
En sus discursos nativistas enfocados a la clase trabajadora blanca, Trump reduce el complejo fenómeno migratorio y su impacto en la economía a que los “extranjeros roban el trabajo a los estadounidenses” y que una vez que logre echarlos, devolverá las plazas quienes se encuentran desempleados con mejores salarios. La realidad es diferente.
Un estudio de Giovanni Peri y Annie Laurie Hines, de la Universidad de California en Davis, documentó que durante la ofensiva que lanzó el expresidente Barack Obama durante su primer mandato contra los inmigrantes indocumentados y que disparó las cifras de deportaciones a México, no solo no mejoraron las condiciones laborales de los estadounidenses, sino por el contrario las afectaron.
Peri y Hines exploraron estados puntuales como Arizona, donde hubo más arrestos y deportaciones entre 2007 y 2011. Los salarios solo empeoraron y las plazas de trabajo que quedaron libres, no fueron ocupadas por estadounidenses.
Según la investigación, las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) en campos agrícolas solo “afectan el flujo de trabajo”, generando incertidumbre y una disminución en la producción.
Además, los granjeros no están dispuestos a ofrecer salarios acordes con la exigente labor física que requiere el trabajo en el campo, y los pocos que lo hacen, encuentran un interés nulo de los estadounidenses por laborar con ellos.
La historia respalda la propuesta de Peri y Hines. De acuerdo con otro de sus trabajos, el fin del programa “Bracero” que expulsó a miles de trabajadores mexicanos y mexicoamericanos del país entre 1929 y 1934, empeoró los salarios en las zonas donde hubo más deportaciones.
Ni siquiera el círculo más cercano de Trump puede justificar la agresiva campaña de ICE en los centros de trabajo. Kevin Hassett, máximo asesor económico del presidente, escribió en 2013 en un trabajo para el Instituto Americano Empresarial, que la economía estadounidense necesitaba “más trabajadores inmigrantes, no menos“.
“Sorprendentemente para un país que se califica como una nación de inmigrantes, los Estados Unidos están lejos de otros países que admitieron más inmigrantes en relación con el tamaño de su población en 2010”, recalcó.
Durante su testimonio la semana pasada ante el Comité Económico, Hassett mantuvo su posición: “Como economista, si tienes más egresos, tú necesitas más ingresos, y el trabajo es uno de esos ingresos… para cualquier economía la inmigración es una fuente importante de trabajo”.