Expulsados de México por escasez de trabajo y perseguidos en EE. UU. por la falta de papeles, son los paisanos los que salvaron la economía de su país.
En los campos agrícolas del Valle de California, donde la temperatura ambiente fácilmente rebasa los 100 grados Fahrenheit, miles de campesinos mexicanos trabajan de sol a sol. Son jornadas extenuantes y peligrosas a cambio de bajos salarios, que sin embargo representan el pilar más robusto de la economía mexicana.
Sí, irónicamente son los inmigrantes que tuvieron que dejar su país por falta de oportunidades los que han salvado el endeble sistema económico de México en el último año.
El Banco de México reportó que en enero los mexicanos en el exterior enviaron remesas por 2,216 millones de dólares, la cifra más alta en la historia para ese mes desde que se lleva el registro.
La ofensiva antiinmigrante de Donald Trump ha coincidido con un incremento notable y sostenido en el envío de remesas a México. El 2017 se registró la cifra más alta en la historia con $28,771 millones de dólares. Con el tipo de cambio tan volátil se trata de $544,000 millones de pesos que ingresaron a 1.4 millones de hogares, con un promedio de $309 dólares mensuales.
De esta forma los ingresos por remesas se han convertido en la principal fuente del Producto Interno Bruto mexicano, por encima de las exportaciones petroleras y el turismo. De acuerdo con el Instituto de Política Migratoria de Estados Unidos, el PIB de México creció 2.3 % gracias a la fuerza migrante, sin ella el crecimiento en 2017 habría sido solo del 1.5 %.
El sexenio de Enrique Peña Nieto ha estado marcado por la desaceleración económica y una alza en la inflación, así que la fuerza en el extranjero literalmente ha salvado las finanzas nacionales.
Más impresionante aún es que la contribución de la comunidad inmigrante no se restringe a México. En Estados Unidos representan el 4 % del PIB, y no solo por salarios e impuestos, sino también por consumo. Hay comunidades rurales que han florecido gracias a los centros de trabajo de inmigrantes y campesinos a su alrededor.
Estas cifras cobran más relevancia cuando se entiende las condiciones en las que los trabajadores mexicanos lograron ser el salvavidas de la economía en su país.
De los 12 millones de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos se estima que el 20 % vive debajo del índice de pobreza y más del 50 % percibe el salario mínimo. Se desempeñan predominantemente en la industria agrícola, de la construcción y servicios.
Con un salario promedio de $3,083 dólares al mes, los trabajadores mexicanos son el grupo de inmigrantes con menor ingreso, por debajo de guatemaltecos, chinos y vietnamitas. Su fuerza física es su herramienta de trabajo, considerando que solo 11 de cada 100 cuenta con un título universitario.
A las malas condiciones laborales y falta de servicio médico hay que sumar el agobio de las autoridades migratorias. El trabajador indocumentado se parte la espalda, manda el dinero y encima debe esconderse.
Son los indocumentados, quienes viven las condiciones más precarias, pero los que más dinero envían, aseguró Alejandro Cervantes, economista de Banorte Ixe.
“Los migrantes mexicanos que trabajan en Estados Unidos sin legalizar su situación suelen enviar más recursos a sus familias en México, lo que dista del flujo que mandan cuando ya cuentan con sus papeles”,
Así de irónico, injusto y heroico es el fenómeno migratorio.