Está claro, el muro es una vergüenza junto con todos los que pretendan construirlo, sean de donde sean.
Por: Omar Porcayo
París, la Ciudad de la Luz, cuna de la libertad y los derechos humanos, no se iba a quedar en silencio ante la aberración que representa el muro de Trump y tomó cartas en el asunto.
En una clara señal de desaprobación a las medidas discriminatorias del gobierno de los Estados Unidos, el ayuntamiento parisino rompió su relación con la cementera franco-suiza Lafarge-Holcim, que fue una de las cientos de compañías que respondieron a la licitación para la construcción del muro de la vergüenza.
Anne Hidalgo, alcalde de la ciudad, dejará de comparar a la empresa arena para sus playas artificiales, en concordancia de la advertencia que había lanzado el presidente François Hollande, a la iniciativa privada francesa, de no colaborar con Trump en ese despropósito.
“Es un proyecto perjudicial”, expresó sobre la inversión en el muro un vocero de la ciudad al anunciar que no habrá más compras para sus playas. El negocio era de unas 3,000 toneladas de arena para Lafarge-Holcim.
Esta cementera, cuya filial Holcim Apasco es la segunda más grande en México, ya había estado en el ojo del huracán luego de que en 2012 la prensa de Francia reveló que pagaron a un grupo yihadista adscrito al Estado Islámico para poder operar su fábrica en el norte de Siria.
Está claro que las empresas que se postularon para construir el muro se metieron en un gran problema a cambio de unos cuantos dólares. En México se le has calificado de traidores a la patria por la Iglesia y el Senado pretende arrebatarles contratos y licitaciones como castigo.
De cualquier forma, el muro de Trump está entrampado en un laberinto legal y de presupuesto. Se espera una larga batalla de los republicanos para conseguir algo de los 21,000 millones de dólares que costaría.
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