Algunas leyendas que tuvieron su origen durante la época de la Revolución, han sobrevivido a través de distintas generaciones y hoy forman parte del folklor mexicano.
El árbol de los ahorcados
Existe en Victoria de Cortázar, en el estado mexicano de Guanajuato, un árbol de mezquite al cual muchos acuden a pedir favores, principalmente económicos.
“El árbol de los ahorcados” debe su nombre a que durante la Revolución, fue instrumento de castigo para los revolucionarios derrotados, que abandonaron este mundo colgados de sus ramas.
Son varios los testigos que dan fe de los fenómenos paranormales en torno al árbol y aseguran que la forma de rostro demoniaco plasmada en lo alto del tronco cobra vida pasada la media noche, mientras las almas de los ahorcados inundan el aire con sus lamentos.
El pozo de las cadenas
Cuenta la leyenda que en tiempos de la Revolución vivía en Tecate, un pueblo de Baja California, una pareja de campesinos, pacíficos y trabajadores.
Un día, mientras el hombre cultivaba su parcela apareció un grupo de extraños, que dijeron dirigirse a Tijuana y pidieron agua al campesino, quien entusiasmado -pues no era común que fuera gente por esos rumbos- los invitó a su casa en donde tenía un pozo.
Los hombres bebieron y comieron sin parar y como no daban muestras de marcharse, el matrimonio les ofreció un catre donde dormir. En medio de la noche el eco de un grito se escuchó a lo lejos y aunque nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió, se dice que los extraños se pusieron de acuerdo para robar al hombre lo poco que tenía, y al resistirse lo echaron al pozo amarrado con cadenas.
No se supo más de los hombres ni de la esposa del inocente campesino, pero hay quienes aseguran que hay noches en las que el muerto logra salir del pozo y arrastra sus cadenas mientras vaga en busca de su esposa desaparecida y de quienes lo asesinaron, y que muy de mañana pueden verse claramente alrededor del pozo las huellas de unos pies encadenados.
El nahual de Cerro Grande
Vicente Teodoro Alonso, también conocido como el Indio Alonso, fue un conocido bandido que vivió en Cerro Grande, Colima, durante la Revolución Mexicana, que no solo causaba miedo entre la población sino entre las fuerzas federales.
Su leyenda comenzó luego de que las autoridades lo buscaran hasta el cansancio por el asesinato de un ciudadano norteamericano. Cuando a pesar de todos sus esfuerzos no lograron encontrarlo, la gente comenzó a decir que Alonso tenía pacto con el diablo porque era un nahual y tenía el don de convertirse en cualquier animal para poder huir.
La leyenda del “nahual de Cerro Grande” es una de las más arraigadas entre las comunidades de Colima, en donde se cree que el misterioso personaje murió a manos de una muchacha a quien había raptado y que lo degolló mientras se encontraba en cama, enfermo y delirando por la fiebre.