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#ParenLaViolencia: El odio se manifiesta tras la elección de Trump

Donald Trump fue electo presidente de la nación apenas en la madrugada del miércoles, y ya estamos viendo el efecto del odio.

Por: Grethel Delgado

A un día del resultado de las elecciones, el odio racista acumulado por tantos años demuestra que vivimos en el país más polémico del mundo. Un país donde se venden las ideas de libertad y democracia, pero en el fondo esto no es cierto.

La comunidad latina que temía el ascenso al poder de Donald Trump, vio truncados sus sueños este miércoles. Como si se tratara de una pesadilla, triunfa una ideología misógina, racista y absurda. Sobre todo absurda.

Foto: Filippo Minelli, Flickr

“Quien olvida, se hace otro”, escribió Antón Arrufat; ciertamente estamos en tiempos de la otredad. Muchos no se reconocen frente al espejo, pues cada día sus pensamientos cambian, se dispersan.

¿Qué hemos ganado y qué hemos perdido? El hombre ha llegado a sitios no imaginados: avances científicos, conquista del espacio, tecnología. Por otro lado, se ha perdido el concepto de humanidad, y reinan la supervivencia y la tendencia a hundir al otro para salir a flote. Cada uno vive en su círculo, mientras la solidaridad es un hecho aislado.

Lo peor de esta situación es que las personas se sienten con la libertad de discriminar a los latinos e inmigrantes en general. Muchos de ellos, vinieron hace años a este país y también son inmigrantes. Pero pareciera que olvidaron todo.

Foto: elycefeliz, Flickr

¿Estamos hablando, entonces, de una latinofobia en el poder? Si consideramos las promesas de corte racista del presidente electo, sobre todo el muro fronterizo y las deportaciones masivas, no caben dudas. Se acerca un gobierno cuyos cimientos son el odio hacia el otro, cuando debería ser amor, unión y apoyo.

El mundo al revés

En las calles se puede sentir la tensión. Hay manifestaciones racistas, desde la mala pronunciación a propósito de un hombre hispano (con la burla correspondiente), hasta los gritos de “regresa al lugar del que viniste”.

¿Regresar a dónde? ¿A los países de los que muchos tuvieron que huir con sus hijos para evitar ser asesinados por bandas de delincuentes? ¿A los países donde sus sueños no pudieron realizarse?

Trump Tower (Foto: Tom Davidson, Flickr)

Esos que llegaron sin otra pertenencia que sus esperanzas, son los que trabajan sin descanso. Son quienes hacen las labores más fuertes y arriesgadas. Ellos están en los andamios haciendo los edificios del mañana; ellos recogen las frutas y vegetales que todos comen; ellos limpian las casas y cuidan a los ancianos. Son muy fuertes. Ellos también crean empresas y salen adelante. Se sobreponen a tener un acento o rasgos indígenas, y logran ser exitosos.

Estados Unidos es un país muy grande. Su fuerza está en la variedad cultural que lo conforma. Para vivir en Estados Unidos hay que ganárselo, y los latinos saben muy bien cuánto cuesta levantarse en un país ajeno, sin poder decir de dientes para afuera: “yo nací aquí y por eso tengo más derecho que los demás”.

¿De derechos hablamos? Pues la Declaración Universal de los Derechos Humanos no puede ser un libro empolvado en el estante. Tenemos derecho a ser respetados en nuestra variedad, sin distinciones de raza, religión, procedencia, género, preferencia sexual. Pero lamentablemente estos conceptos son demasiado nobles para muchos.

Cuando hay odio y rencor acumulados, y encima se les da poder a las personas que lo ejercen, reina el caos. Los ejemplos ya comienzan a verse.