Una fiesta de colorido y tradiciones, donde el arte estará presente en todas sus manifestaciones.
Por: Grethel Delgado
Hay un lugar llamado Chiapa de Corzo, en Chiapas, que maravilla a los visitantes por sus bellezas naturales. Todos los años, del 8 al 23 de enero, también sorprende por una tradicional fiesta con danza y máscaras.
Chiapa de Corzo impresiona por su Cañón del Sumidero, que representa la fuerza de los primeros habitantes. Estos prefirieron lanzarse al precipicio antes que ser dominados.
A esa historia se suman muchas otras, haciendo del pueblo un destino cultural.
Los Parachicos
En la festividad se honra a tres santos principalmente: Nuestro Señor de Esquipulas, San Antonio Abad y San Sebastián Mártir. El día del Cristo negro de Esquipulas, comienzan a aparecer los parachicos.
La danza para venerar y hacer ofrendas a los santos, así como los bailarines, se denominan parachicos. El santo San Sebastián Mártir es el patrón de los parachicos. Estos van por la ciudad, pasan por lugares de culto y portan imágenes de santos. Sus danzas duran todo el día.
El vestuario se conforma de alegres chales con decoraciones, cintas y bordados que vuelan con la danza. Los bailarines usan instrumentos musicales como los “chinchines”, una especie de sonajeros con metales.
Se dice que estos enmascarados representan a los patrones con sus cabellos rubios, y también a los comerciantes que se vestían con sus mejores ropas para ir a la fiesta “para el chico”.
El término parte también de una leyenda popular a la cual los cronistas no acuden, aunque en el imaginario de los chiapacorceños está presente. Se trata de una historia milagrosa.
El milagro
Cuentan que una dama llamada doña María de Angulo, llegó un día al pueblo con su hijo enfermo, buscando un remedio “para el chico”. Tras consultar con médicos, no había encontrado el modo de curar el extraño padecimiento del niño, que afectaba la movilidad de sus piernas.
Un hombre del pueblo le indicó remedios con hierbas y que lo llevaran a los baños de Cumbujujú, “lugar donde abunda el jabalí”. El niño comenzó a recuperar su salud y pudo mover sus piernas nuevamente.
Para agradecer a los habitantes del pueblo, hizo que llevaran comida y ganado para enriquecer esta tierra. También realizó un ritual en el día de San Sebastián, en enero, sacando a su hijo sin ropa para representar al santo. Así, el pueblo aseguraría sus riquezas.
Cuando la mujer y su hijo partieron, los chiapacorceños siguieron venerándolos en forma de agradecimiento. Comenzaron a representarlos en una fiesta donde se vestían como ellos, y simulaban la repartición de comida por el pueblo.
De generación en generación
Los parachicos llevan atuendos peculiares, sobre todo las máscaras de madera esculpida. Estas suelen reflejar los rostros de los españoles, y su realización es todo un arte.
Los más pequeños aprenden a esculpirlas, de manera que los conocimientos se mantienen de generación en generación.
Se debe pulir bien la madera, y los ojos generalmente se hacen con vidrio fundido en un molde. Se usa una montera de ixtle para imitar el cabello rubio de los patrones.
Es un privilegio disfrutar de la Fiesta Grande y sus eventos gastronómicos, religiosos, musicales, danzarios y artesanales.