Estudia un doctorado en Holanda, pero lleva las montañas de la Sierra Mixe en su corazón.
Por: Grethel Delgado
Tania Eulalia Martínez Cruz es una mexicana con objetivos muy claros. Desde pequeña supo que su vida estaría dedicada al estudio, pero no fue un camino fácil.
Original de una comunidad indígena, donde se habla mixe y no hay escuela secundaria, Tania Eulalia se las ingenió para acceder a mejores oportunidades educativas.
Sin embargo, donde quiera que va, lleva con orgullo sus tradiciones.
De las montañas de Oaxaca al doctorado en Holanda
Ella reconoce el apoyo de sus padres, quienes le regalaban libros desde pequeña para motivarla a aprender.
Sus padres dejaron sus casas desde chicos para tener una mejor educación. Se convirtieron en maestros e impartían clases en español y en mixe. Tania hizo algo parecido, pues a los 14 años decidió dejar los conflictos que rodeaban a su familia para ir a estudiar a Texcoco.
Posteriormente fue aceptada en la Universidad Autónoma Chapingo (UAch), donde obtuvo una licenciatura en Ingeniería en Irrigación.
Continuó con estudios de maestría en Ingeniería Agrícola y Biosistemas en la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Usó sus ahorros para hacer el examen de inglés requerido para su aceptación en la universidad estadounidense.
Este importante paso la convirtió en la primera indígena en ser beneficiada por el Programa de Becas Fulbright-García Robles.
Ahora, realiza estudios de doctorado en Holanda, en la Universidad Wageningen. Esto es posible gracias al programa de becas para indígenas de Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología).
El rebozo de la abuela
En 2016 fue condecorada con el Premio Nacional de la Juventud, en la sección de Logro Académico. En el acto donde recibió el premio de manos del presidente Enrique Peña Nieto, expresó el apego a sus raíces.
“Llévate este rebozo, quiero que les digas a los que viven allá en el otro mundo quiénes somos, cómo vivimos y qué hacemos”, dijo Tania Eulalia en su discurso, refiriéndose al consejo de su abuela.
“Llévatelo para que nos recuerdes, para que no nos olvides”, agregó su abuela, a quien Tania Eulalia nombra como su “fortaleza” y “referencia”.
En un momento muy sentido de su discurso, mencionó las dificultades familiares que vivieron las generaciones que le precedieron, y ella misma. Se dirigió a su madre, que estaba entre el público.
“Mamá, sé que la vida de alguna manera nos ha hecho duras, poco expresivas. Hoy me acompañas y eso es un honor para mí. Quiero decirte que necesitaba alejarme y que finalmente lo entiendo”.
Los estudios de Tania están enfocados en mejorar la situación de su comunidad gracias a los beneficios de la tecnología. Colabora con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) en proyectos que benefician a las comunidades agrícolas.
Las personas que llegan más lejos son las que no olvidan de dónde vienen. Tania Eulalia tiene sus bases bien sembradas en la Sierra Mixe. Cuando nació, como era costumbre, enterraron un pedacito de su ombligo en la tierra. Así, en su memoria siempre guardaría una conexión espiritual con la tierra que la vio nacer. “Una tierra que me llena de nostalgia”, describe la chica.
“Mi vida se enlaza a la tierra; hablar de mi historia es hablar de mi abuela, de mis padres, de sus andanzas, de su lucha día con día”, dijo, reconociendo el esfuerzo de su familia.
Por eso en el equipaje de Tania nunca faltan los consejos de su abuela. Estudia muy lejos de su pueblo, la separan un idioma y un océano, pero sus objetivos son claros y los sigue con determinación.
“Las oportunidades uno las crea, las visualiza. Toqué muchas puertas, y si bien muchas se cerraron, el aire que esos portazos generaron solo fueron el impulso que abrieron muchas otras más. Los obstáculos que me he encontrado los he tomado como oportunidades para trascender”.