La ciclista Lisandra Guerra es un ejemplo de voluntad sin límites.
RÍO DE JANEIRO (AP) — Mientras pedaleaba en el velódromo olímpico, la ciclista cubana Lisandra Guerra pensaba en que a los 15 años se fue a entrenar en Europa lejos de su familia. Pensaba en las derrotas. En la dolorosa caída donde se le incrustó una astilla de la propia pista de ciclismo.
Y en los segundos mientras pedaleaba a más de 64 kilómetros por hora, también pensaba que en Suiza aprendió un idioma y se entrenó con los mejores; que tuvo victorias importantes; y que durante su caída, en vez de quejarse, le pidió al doctor en un hospital que se apurara en curarla porque necesitaba volver a competir.
Y sintió que todo el sacrificio había valido la pena.
“Si tuviera que volverlo hacer todo otra vez, lo haría porque yo nací para hacer esto”, dijo el domingo Guerra, quien con un tiempo de 11.71 segundos estuvo a 19 centésimas de segundos de clasificarse entre las 18 las primeras en las eliminatorias de velocidad en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
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— Cuba Olímpica (@CubaOlimpica) August 13, 2016
“Pensaba que tuve que hacer mucho sacrificio para llegar aquí, pero que no fue suficiente para clasificarme. Y pensaba que es parte de la vida. Hay personas que también algunas veces no les va bien en su trabajo”.
Guerra se entrenó durante siete años en el Centro Mundial de Ciclismo de Aigle, Suiza.
“Lejos de mi familia, con otro clima, con otro idioma, con otras personas, y aprendí a vivir en ese medio”, dijo la ciclista de 28 años. “No vi a mis hermanos nacer y ahora ya son hombres. El tiempo no se recupera”.
Ese tiempo puede ser vital en el ciclismo de pista, donde las bicicletas ultraligeras no tienen frenos y los finales son frecuentemente de fotografía. Guerra ganó en el 2011 la medalla de oro en la prueba de velocidad en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, y bronce en los mundiales de ciclismo de 2015.
Pero ese mismo año, en los Juegos Panamericanos de Toronto, su bicicleta mordió la rueda trasera de una rival, llevándola a rodar por el piso. Durante la aparatosa caída, astillas de madera del velódromo saltaron y le perforaron uno de los brazos.
“Lo más difícil son las caídas. Te puedes quedar sin piernas. Te puedes dislocar el hombro”, dijo enseñando donde tiene enterrado todavía un pedazo del velódromo de Toronto.
La oriunda de Matanzas, en el occidente de Cuba, has sido también ganadora de cinco medallas en Campeonatos Mundiales, incluyendo el oro en 500 metros en el Manchester 2008.
Aunque se veía como una promesa para repetir la victoria en Beijing 2008, el COI decidió sacar la categoría del programa solo meses antes de que Guerra compitiera en su debut olímpico.
“La decisión me afectó porque esa era mi categoría, era mi especialidad”, dijo. “Ahí me toco adaptarme” a las pruebas de velocidad y de keirin.
Aunque quiere seguir compitiendo, Guerra dice que ahora se va a tomar un tiempo para compartir con su esposo y el resto de su familia en Cuba, antes de decidir si seguirá buscando el podio olímpico.
“No pienso en Tokio (2020) porque en el velocismo hay muchas corredoras jóvenes que están saliendo todo el tiempo. Por ahora, voy a seguir entrenando para lo que viene: para los Juegos Panamericanos y los Juegos Centroamericanos”, dijo Guerra. “Y hasta donde me lleve”.