"Habrá un antes y un después de Hillary vs. Trump, especialmente para nosotros los latinos": Enrique Acevedo
Por: Enrique Acevedo
Independientemente de quién gane la elección, el 9 de noviembre el país despertará con la cruda de la campaña electoral más hostil de la que tengamos memoria.
Esta ha sido una elección de miedos más que de ideas. De la frustración económica de las clases trabajadoras, las ansiedades demográficas de un país en plena transformación y el rechazo a todo lo que suene a la política de siempre.
¿Cómo llegamos a este nivel de enfrentamiento?
Trump no inventó el nativismo, ni la xenofobia. Como lo ha hecho con sus negocios, vio una oportunidad, imprimió su nombre en letras doradas y tomó el crédito por el trabajo de otros. El empresario capitalizó políticamente el odio que muchos incubaron durante décadas.
La tensión racial es una llama que se ha mantenido encendida durante mucho tiempo en los Estados Unidos.
Trump, como decimos en México, echó la leña al fuego…
No es fácil ser latino en los Estados Unidos.
6 de cada 10 perciben que la convivencia con otras comunidades es mala. El 41 % piensa que se está poniendo peor.
Y cómo no, si la mitad de la población reporta alguna vez haber sido discriminada.
El acoso a la comunidad hispana no comenzó con el discurso de Trump del 16 de junio de 2015 en Nueva York, cuando anunció su candidatura. Recordemos la proposición 187 que en 1994 intentó negar en California los servicios médicos, sociales y de educación a las personas por su estatus migratorio. Se trataba de un golpe racial ideado desde las más altas esferas de las instituciones estatales.
También comenzó el famoso debate sobre seguridad fronteriza. En este caso, fue una ola política bipartidista de la cual no escapó la actual candidata demócrata, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, cuando era primera dama. Ella también votó a favor de las primeras 700 millas del muro que hoy critica.
Casi dos décadas después, en 2010, la “Ley del Odio” SB1070 en Arizona buscó criminalizar a los inmigrantes y daba facultad a la policía para actuar por la simple apariencia de alguien y la sospecha de que era indocumentado.
Muchos rostros detrás de estas iniciativas y de docenas más alrededor del país, luego se sumarían a la campaña de Trump.
El racismo en EE. UU. siempre ha sido redituable políticamente, pero esta vez las cosas fueron demasiado lejos y se convirtió en la plataforma del partido republicano.
Los debates presidenciales se convirtieron en un espectáculo con altos niveles de audiencia, más parecidos a una pelea de boxeo, que a una disertación política. El ganador de cada ‘round’ se decretaba por quién conectaba el golpe más bajo.
Lejos de escuchar propuestas, los candidatos ventilaron escándalos sexuales, infidelidades y pecados del pasado, en una arena que quería sangre para alimentar a millones de tuits.
“No tenemos que esperar al 9 de noviembre para ver el golpe tan terrible que ha sufrido la democracia norteamericana, ya lo estamos viendo. El orgullo que era para los estadounidenses votar, se ha difulminado. El último golpe se recibió cuando se pensó que el FBI está involucrado en incidir en las elecciones”, dijo a Barrio, Anita Isaacs, profesora de Ciencias Políticas de Haverford College.
El mismo circo se trasladó a las principales cadenas de televisión y a los programas de análisis político.
Los medios favorecieron la cobertura de las historias personales y los escándalos, en lugar de la sustancia política.
Un estudio de Harvard evidenció que la cobertura informativa de la campaña estuvo sesgada por las afiliaciones políticas de los periodistas.
“La parte negativa la llevan las televisoras, porque una parte de la campaña ha sido la campaña, y otra parte ha sido entretenimiento… Entonces, como estrategia de negocios, esta campaña ha sido muy remunerativa para ellos. Pero es un gran problema para la democracia”, estableció en entrevista Roque Planas, reportero de The Huffington Post.
Sin embargo, más preocupante aún es cómo la polarización política ha alcanzado los niveles más altos en los últimos 25 años.
91 % de los republicanos tiene una opinión desfavorable de los demócratas.
Si bien el golpeteo y los ataques han sido el “pan de cada día” de las campañas políticas, esta vez estadísticamente estamos muy por encima de la media. Un estudio contundente mostró que republicanos y demócratas están más separados ideológicamente que en cualquier otro punto de la historia.
Además el estudio encontró que por primera vez en la historia de Estados Unidos, miembros de un partido creen que poner al país en las manos del otro sería un problema de seguridad nacional.
La división entre facciones se volvió dogmática y en medio quedaron asuntos de vital importancia como los alivios migratorios.
DAPA Y DACA fueron botines de una lucha en la que lo menos importante eran los fines prácticos, sino imponerse, así hubiera que echar mano de la Corte Suprema.
“¿Por qué hay ese discurso anti-inmigrante? Corresponde a un racismo, pues. Y es urgente como país, extirpar ese mal de nuestro país, porque solamente nos confronta a los unos con los otros, en vez de unirnos para encontrar soluciones para los diferentes problemas que tenemos como país”, explicó Jo-Marie Burt, Profesora de Política y Estudios Latinoamericanos de la esculea Schar de política y gobierno de la Universidad George Mason.
Con el río revuelto, ni Hillary Clinton ha logrado mantenerse al margen. En septiembre entró al juego de los insultos y calificó como “deplorables” a la mitad de los seguidores de Trump. Se disculpó más tarde, pero el daño estaba hecho.
A casi un año de campaña, lo único que prevalece es el hartazgo y la confrontación.
37 % de los usuarios de redes sociales están “hastiados” de las noticias y el enfrentamiento político. Solo un 20 % está contento de seguir viendo discusiones políticas en sus muros.
¿Qué secuelas dejará en nuestros niños y adolescentes un año de estar escuchando ataques e insultos?
“Tenemos que entender que para ellos las cosas abstractas como el análisis a un nivel más alto de los detalles de lo que está pasando, ellos no lo toman en consideración. Prácticamente los menores, lo que escuchan lo entienden en un tipo de blanco y negro. Y por eso es que viene la ansiedad y la preocupación de todo lo que está sucediendo”, explicó la Dra. Maribel Gonzalez, CEO y Fundadora de School Climate Solutions.
Quizá la aportación más vergonzosa de Trump durante este proceso fue que hizo muy evidente a la porción de latinos nacidos en Estados Unidos e inmigrantes, que comparten ese sentimiento antimexicano.
¿Qué pasará después del 8 de noviembre? ¿Cómo podremos volver a convivir entre nosotros y con el resto del país?
Si algo bueno ha dejado esta campaña, es el testimonio de la presencia y fuerza de la comunidad latina en los Estados Unidos.
The New York Times publicó por primera vez una editorial en español. Fueron incontables las investigaciones sobre las aportaciones de los inmigrantes a la economía y el gran beneficio que dejan a nivel fiscal los trabajadores indocumentados, sí… aun en las sombras.
Impulsada por la retórica de su rival, Hillary Clinton se ha comprometido públicamente a impulsar una reforma migratoria integral y a abrir una oficina en la Casa Blanca, exclusiva para temas migratorios, si es electa.
El resultado de la elección puede estar determinado en gran parte por los 27 millones de latinos con derecho a votar. Si hacen la presencia necesaria en las urnas, confirmarán las sospechas: los latinos despertaron.
Si logramos convencernos de lo importantes que somos en el país, ¿cómo podríamos estar enfrentados?, ¿cómo podría el resto de la nación menospreciarnos?
Habrá un antes y un después de Trump, de Hillary, de las elecciones 2016. Especialmente para los mexicanos.
¿Cómo queremos que sea ese después?
¿Lleno de rencor y división?… ¿O aprendemos de la historia y nos unimos de una vez y para siempre?
La investigación para este reportaje es de Omar Porcayo. Romina Ruiz-Goiriena fungió como Productora Ejecutiva. La edición es de Sonia Ramírez y Grethel Delgado. La edición de video estuvo a cargo de José Cerqueiro. Productores: Betsabé Basáñez, Oso Oseguera y Rosa Ma. Zamora.