Un artista retrata a la belleza mexicana real, no la de los anuncios de televisión.
Por: Omar Porcayo
Lejos, muy lejos de los estereotipos que proyectan los medios de comunicación masivos en México y Estados Unidos, un fotógrafo plasma con inusual realismo la belleza de las mujeres mexicanas en comunidades autóctonas e indígenas. Diego Huerta ha dedicado gran parte de su carrera a redescubrir las historias de los grupos minoritarios, olvidados y apartados del desarrollo.
El artista nacido en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, cobró fama hace un par de años por la fotografía de Adriana, “la niña más bonita de México”. Seis años después, Huerta regresó a la sierra chiapaneca, a la comunidad de Zoque u O’ deput, donde la niña ahora es una joven, con la misma mirada profunda de sus ojos azules y piel morena.
“Nunca fue el color, es lo que hay detrás, esa mirada, nunca fue el color, siempre fue Adriana, la chica más bella de México”, escribió en una publicación de la serie fotográfica que compartió en Instagram.
Huerta tiene la capacidad de capturar imágenes casi oníricas con todo el colorido del México profundo, de los mexicanos de la sierra y los valles, que no se han contagiado de los estigmas que dictan que para ser “bonito” y “feliz”, hay que ser rubio, alto y de rasgos europeos.
“México es más que ‘El Chapo’ Guzmán, los tacos y el Cinco de Mayo. México es más de lo que puedes imaginar. México es más grande que cualquier muro”, reflexionó en otra de sus publicaciones.
El trabajo del fotógrafo mexicano se suma a una tendencia artística por el rescate de lo “bello que es ser mexicano”, realmente mexicano, es decir: diverso. Dorian Ulises López recientemente realizó una muestra en Nueva York con gran éxito y la misma tónica, pero en un ambiente urbano.
Sin duda que las imágenes de este artista regio son poderosas y obtienen su fuerza de la autenticidad de la belleza que retrata. La belleza de las mujeres mexicanas.