Instalada en las profundidades del mar, esta estatua de la Virgen María es uno de los más grandes emblemas del puerto mexicano.
La Virgen de Guadalupe es considerada por los mexicanos una de las imágenes más milagrosas que existen, y es tanta la fe que tienen en ella que la llevan a todas partes y la plasman en sus casas, joyas, uñas o tatuajes. Pero hace unos años a una señora se le ocurrió llevarla a darse un chapuzón en Acapulco, y la coronaron como Reina de los Mares.
Mejor conocida como La Virgen de la Roqueta, la Virgen de Guadalupe, Reina de los Mares, llegó a las costas de Guerrero gracias a la iniciativa de Amelia Sodi de Pallares, quien asegura que un milagro de la guadalupana la salvó de morir.
Doña Amelia relata que un día, mientras estaba buceando en Acapulco, su tanque de oxígeno, y cuando estaba a punto de perder el conocimiento pidió ayuda a la Virgen de Guadalupe. Cuando logró salir a flote vio que cerca del lugar iba pasando una embarcación con una imagen guadalupana.
En ese momento fue cuando se dio cuenta de que los marineros, los buzos y todos los que visitaban las playas de Acapulco necesitaban un poco de protección divina, y mandó construir una escultura con el artista Armando Quezada Medrano.
El proyecto fue aprobado por la iglesia católica y por el gobierno, pues considerando que la mayoría de los mexicanos son creyentes, pensaron que sería una buena idea.
En 1959 la escultura de la Virgen Guadalupana salió desde la Ciudad de México, donde fue bendecida, hacia las costas de Guerrero, y después de 12 días llegó a la playa.
Finalmente, la Virgen fue colocada en un pedestal cerca de la isla Roqueta, y nombrada “Guadalupana Reina de los Mares”. Ahora, a pocos metros de profundidad la Virgen de La Roqueta sigue impartiendo bendiciones a todos.