Una fábrica de Costco soportada por trabajadores inmigrantes, salvaría a la única ciudad en el país que aprobó una ley para echarlos.
Por: Omar Porcayo
Fremont, Nebraska, es una pequeña ciudad del medio oeste de poco más de 26,000 habitantes. Poco y nada fuera de lo común tiene esta localidad de amplias áreas rurales para trascender a nivel nacional, de no ser porque fue la única en el país que logró aprobar una ley para echar a los inmigrantes.
Sí, en 2008 el ayuntamiento promulgó una ordenanza para hacer ilegal que los arrendadores renten propiedades a inmigrantes indocumentados. Después de ser bloqueada en 2012 por un tribunal de circuito y tras una larga lucha legal, fue confirmada en 2014 por un segundo referéndum con más del 60 % de los votos de los pobladores a favor.
La ley con claros rasgos discriminatorios generó que gran parte de los inmigrantes latinos dejaran la ciudad, pero en un giro irónico de la vida, son precisamente ellos los que pueden salvar económicamente a Fremont.
En 2019 comenzará a funcionar una planta empacadora de pollo para la cadena comercial Costco, que con una inversión de 300 millones de dólares generará una producción de 400,000 aves al día, con una derrama económica de 1,000 millones de dólares al año, lo que representa el 1 % del producto interno bruto de Nebraska.
La empacadora representa una oportunidad de oro para los granjeros locales, que serían los proveedores exclusivos de la planta, pero para que todo se materialice, se necesitan miles empleados en las líneas de producción y no pueden ser otros, más que los inmigrantes latinos, los que podrían entrar al quite.
Desde hace dos décadas, el empleo en las empacadoras es considerado por los blancos nativos de Estados Unidos, pesado, peligroso y mal pagado, por eso son muy pocos los que toman esos puestos.
Es por esto que a pesar de la oposición de los republicanos conservadores, la fisonomía de la ciudad volverá a cambiar con el regreso estimado de 4,000 empleados latinos y sus familias, que detonarán la economía de una ciudad en el olvido.
“Hay mucha gente que simplemente no quiere cambiar y punto. Pero así son las cosas, tienes que adaptarte o morir”, dijo a Slate, Scott Getzschman, el alcalde de la ciudad que gestionó para la aprobación de la planta.
Según la publicación, en la población de abrumadora mayoría blanca, siempre se han presentado quejas hacia la población hispana por hablar español en las escuelas o en los supermercados.
“La gente tiene que tomar una decisión: acepta el cambio o déjate arrollar, con todo y tu pueblo… deberían preguntarse, ¿por qué Fremont no tiene la misma actividad que Columbus (un pueblo vecino donde el 15 % de la población es latina)?”, estableció Susan Jacobus, consejera del ayuntamiento.
Fremont no es la única ciudad que encontró una segunda oportunidad en los trabajadores latinos. A lo largo de estados como Iowa y California, muchas localidades abandonadas por el cambio demográfico de rural a urbano, volvieron a florecer convirtiéndose en pueblos de inmigrantes.
Así que a pesar de lo que les dictan sus instintos nativistas y opiniones políticas racistas, millones de estadounidenses dependen de la fuerza laboral de los latinos. Fremont, la ciudad más antiinmigrante de Estados Unidos, es la prueba.
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