Braceros e inmigrantes indocumentados sembraron lo que hoy es una comunidad mexicoamericana de productores vinícolas exitosa y pujante.
Por: Omar Porcayo
La fuerza laboral mexicana es pilar de la industria vinícola de California. Por excelencia, las manos que hacen posible la vendimia provienen de México. La mente nos remite a los incansables campesinos que se enfrentan a las condiciones climáticas más extremas para recoger las uvas, pero hay un grupo de familias que están rompiendo los esquemas.
Cinco familias mexicoamericanas materializaron el “sueño americano”. Llegaron a Estados Unidos para recoger uvas en el campo y trazaron su camino con gran esfuerzo hasta lograr establecer sus propios viñedos.
“Su historia es la travesía”, dijo el curador asociado del Museo Nacional de Historia Americana del Instituto Smithsonian, Steve Velasquez, durante un reconocimiento a las familias.
“Una travesía de México a Estados Unidos para laborar en la agricultura, de familias trabajadoras a una comunidad próspera mexicoamericana de productores vinícolas… Estas familias mexicoamericanas representan a los que una vez fueron la base de la industria y hoy ayudan a moldearla”, agregó, en declaraciones que reproduce The Washington Post.
De acuerdo con el diario capitalino, fueron campesinos de Michoacán y Jalisco, que arribaron a la Unión Americana entre las décadas de los 70 y 80, como parte del programa Bracero y otros como inmigrantes sin autorización, los que sentaron las bases de esta comunidad.
Viñedos Robledo, encabezados por Reynaldo Robledo; Viñedos Ceja de Amelia Morán Ceja; Vinos Gustavo de Gustavo Brambila; Viñedos Mi Sueño de Rolando Herrera y Viñedos Maldonado de Hugo Maldonado, son los establecimientos que dan testimonio del potencial del empeño mexicano.
Asentados en el Valle de Sonoma, epicentro de la producción vinícola en los Estados Unidos, los Viñedos Robledo florecen cobijados por la bandera mexicana y estadounidense. No podía ser más simbólico, pues sin la dependencia de ambas naciones en la producción de vino, habría sido imposible la realización de este sueño.
El padre de Reynaldo dejaba su natal Michoacán por meses para trabajar en los campos californianos. Fue un largo camino para triunfar y por eso no olvidan sus raíces. El mayor de 13 hermanos se estableció en el Valle de Napa, donde conoció el negocio desde sus entrañas. Con el paso el tiempo logró comprar un terreno de 13 acres en Carneros que nadie quería, por 126,000 dólares en 1984. Hoy el viñedo de los Robledo ocupa un total de 350 acres entre Carneros y el condado de Lake.
El nombre de uno de sus vinos, sintetiza el orgullo por su historia: “Los Braceros” es una mezcla de uvas cabernet sauvignon, syrah y merlot. “Bracero significa brazos fuertes… un trabajador puede con su esposa e hijo, así que estas uvas representan a la familia: padre, madre e hijo”, explicó.
Amelia Morán Ceja se convirtió en la primera mujer mexicana en ser directiva de un viñedo. Viñedos Ceja es una empresa sólida fundada en 1999, que reconoce en sus compatriotas campesinos, la fuerza que sustenta la industria.
“La gente entiende que en busca de vivir con dignidad, ellos (los campesinos) necesitan alguien que abogue por ellos”, explicó a The Washington Post, Ceja, quien es también activista por los derechos de los trabajadores.
“Aun ahora, los campesinos son invisibles y necesitamos ayudarlos. A través de nuestros vinos hacemos un homenaje a los verdaderos artistas del vino: los trabajadores”, concluyó.
En California, donde se concentra el 87.2 % de la producción vinícola nacional, se registra un déficit de campesinos, debido a las políticas antiinmigrantes de Donald Trump. Regiones como Napa han aumentado los salarios con la esperanza de retener la mano de obra mexicana, pero no ha surtido efecto.
Hasta el 70 % de los trabajadores en el campo son inmigrantes sin autorización. Su estatus migratorio los priva de beneficios sociales, y aun así son el pilar de una industria millonaria.
“Yo no quería recoger uvas toda la vida”, cuenta Rolando Herrera, que trabajó en los campos, acudió a la escuela nocturna, hizo de lavaplatos y ayudante de cocina, hasta lograr fundar viñedos Mi Sueño.
“Me preguntan: ‘¿cómo lo lograste?’, les contesto, ‘trabajando las 24 horas con tres empleos diferentes los siete días de la semana'”, cuenta. “Fallar es no perseguir tu sueño”.
Herrera no solo está satisfecho de cumplir su sueño, tiene la esperanza de inspirar a otros a hacer lo mismo.
“Esta es una oportunidad para que la gente de Michoacán, para que vea a hijos de campesinos mexicanos convertidos en productores de vino”, concluyó.
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