Peón de caballos.

#TrabajoInmigrante: Sin la fuerza de trabajo inmigrante los ‘shows’ hípicos estarían en peligro

“Este negocio sobrevive gracias a los trabajadores inmigrantes”.

LOUISVILLE, Kentucky, EE.UU. (AP) — Es un día como cualquier otro en Churchill Downs y los trabajadores limpian los establos, bañan a los caballos y los sacan a caminar después de cada práctica. Cuando hablan entre ellos, lo único que se escucha es español.

Si bien nunca se los ve en las tribunas preferenciales ni en los palcos de lujo, donde los aficionados beben un julep de menta, lucen sombreros sofisticados y alientan a su ejemplar favorito el primer sábado de mayo en el Derby de Kentucky, los inmigrantes latinoamericanos son indispensables en Churchill Downs y en otros hipódromos de Estados Unidos, según la gente del ambiente. Y cunde el temor del impacto que pueda tener la política inmigratoria del presidente Donald Trump, en los inmigrantes y en los hipódromos.

Si bien es sabido que muchos trabajadores están en el país ilegalmente, también abundan los empleados que se acogen al programa de visas H-2B. Y un control más estricto de ese programa ha provocado una escasez de trabajadores.

Hay quienes dicen que la presencia de trabajadores extranjeros tiende a bajar los sueldos de todos. Pero Dale Romans, segundo en la lista de entrenadores con más victorias en Churchill Downs, dice que no puede encontrar estadounidenses que quieran hacer ese trabajo.

Alarma en los hipódromos

“Este negocio sobrevive gracias a los trabajadores inmigrantes”, declaró Romans. “Sin ellos, no sé lo que haríamos”.

La inquietud aumentó tras la elección de Trump, que llegó a la presidencia prometiendo mano dura con la inmigración ilegal y tildó a muchos mexicanos de violadores y asesinos.

“No diría que hay un temor generalizado, pero sí cierto nerviosismo” entre los trabajadores extranjeros, declaró el capellán del hipódromo Joseph del Rosario. “Temen que los vayan a echar porque no son ciudadanos”.

“Tengo miedo. Pueden venir cualquier día y mandarme de vuelta a México”, declaró un peón de 53 años que trabajó en hipódromos de todo el país.

El hombre, que aceptó ser entrevistado a condición de no ser identificado por temor a que el gobierno se entere de que está en el país sin permiso de residencia, dijo que su visa expiró hace un par de años y él permaneció en el país y continuó progresando en el mundo del hipismo. Toda su familia está forjándose un futuro en Estados Unidos. Si tuviese que regresar a México, afirmó, probablemente terminaría trabajando en el cultivo de aguacates.

Incluso los trabajadores que están en el país legalmente, con visas, temen ser perseguidos.

César Abrego

“Mucha gente está asustada”, expresó César Abrego, peón de cuadra de 46 años que vino de Guatemala con una visa H-2B. “Con la llegada del presidente, todos dicen, ‘ten cuidado’”.

El peón guatemalteco César Abrego baña a un caballo del cuidador Dale Romans después de un entrenamiento en el hipódromo Churchill Downs en Louisville, Kentucky, el 19 de abril del 2017. El hipismo estadounidense depende de los trabajadores inmigrantes, algunos de los cuales no tienen los papeles en regla y otros con visas temporales, y cunde la alarma ante lo que puede pasar con las políticas inmigratorias de Donald Trump. (AP Photo/Timothy D. Easley)

Igual que tantos trabajadores inmigrantes, Abrego envía dinero a su familia. Tiene tres hijos y teme que se suspenda el programa de visas que le permite mantener a su familia. Dice que podría encontrar trabajo en la construcción en Guatemala, pero sus ingresos serían menos de la mitad de los 450 dólares semanales limpios que gana aquí.

Tramitar las visas es un proceso complicado, que se deja en manos de abogados.

Se entregan 66.000 visas H-2B por año y el hipismo se las disputa con otras actividades. Las cosas se complicaron cuando el Congreso se negó a autorizar unas exenciones que permitían que los trabajadores que regresaban con la misma visa no fuesen considerados parte del cupo de 66.000.

“Hay una severa escasez de trabajadores”, indicó Will Velie, abogado de inmigración de Oklahoma. Los cuidadores que no consiguen suficiente personal a través del programa H-2B “tienen que elegir entre rechazar trabajo o violar las leyes si encuentran indocumentados”.

En la cuadra número 4 de Churchill, Romans tenía 15 trabajadores menos que de costumbre mientras se preparaba para el Derby en Keeneland, en Lexington. Romans inscribió a J Boys Echo, ganador del Gotham Stakes en el Aqueduct.

La escasez de personal fue mayor todavía para el cuidador Gary Patrick, que compite más que nada en la Florida e Indiana. Patrick, de 70 años, tuvo que limpiar él mismo 20 compartimientos cada mañana mientras esperaba la aprobación de visas.

“Es un círculo vicioso”, declaró. “No tengo ayuda y me estoy matando. Es una situación muy mala para un cuidador. Y no soy el único que pasa por esto”.

Patrick dice que trató de conseguir gente de la zona, pero rara vez responden a sus ofrecimientos de empleo. Y quienes lo hacen, no duran mucho. “Dos de ellos duraron tres días”, señaló.

Para algunos, como Marc Olinsky, que lleva mucho tiempo trabajando en Churchill, no se consigue gente porque se paga poco.

“Los cuidadores contratan a esta gente por nada y sacaron corriendo a quienes tenían salarios en serio”, expresó Olinsky mientras ayudaba a colocar una herradura a un caballo.

“Creo que los trabajadores inmigrantes que vienen legalmente deberían poder hacer lo que quieran en este país. Y los que están ilegalmente deberían ser arrestados y enviados de vuelta a sus países”.

Velie destacó que los trabajadores con visas temporales cobran por encima del sueldo mínimo. Un peón percibe 15 dólares la hora, el doble del sueldo mínimo nacional, indicó.

“Los cuidadores no usan el programa H-2B como una herramienta para rebajar los sueldos o no contratar nativos”, aseguró. “Es un último recurso”.

El viaje de Baldemar Bahena hacia el sueño americano comenzó de adolescente. Vino de México con una visa. Hablaba poco inglés, pero sabía manejarse con los caballos.

Foto: Frank, Flickr.

Treinta años más tarde, Bahena supervisa a una docena de peones y es el principal asistente de Romans. Él y su esposa se hicieron ciudadanos y viven en una casa de cuatro dormitorios en Louisville. Sus dos hijos adolescentes se encaminan a la universidad.

Bahena, de 49 años, no obstante, teme que pronto se les cierren las puertas a otros inmigrantes que trabajan en los hipódromos y que vinieron también en busca de un futuro mejor.

“Son buena gente”, manifestó. “Trabajan duro. Y están asustados”.

Bahena votó por Trump por su experiencia como empresario y conserva la esperanza de que el magnate mejore las cosas.

“Le digo a todo el mundo que se calme, que en un año o un poco más las cosas estarán bien”, comentó. “Creo que (Trump) va a cambiar de parecer porque es un buen empresario y se va a dar cuenta de que todas estas son buenas personas”.

 

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