José es hijo de inmigrantes mexicanos que todos los días trabajan de sol a sol. La vida no ha sido sencilla, pero gracias a sus buenas notas, este joven de 17 años no fue aceptado ni en una, ni en dos, sino en las ocho universidades más prestigiosas del país.
José Alberto Aceves Salvador solicitó su ingreso a 22 universidades para cursar una carrera enfocada a la biología. Tenía miedo de no encontrar un lugar para cumplir sus sueños, pero las cartas de aceptación comenzaron a llegar a casa, hasta sumar 18.
“Cuando solicité entrar a todas estas universidades me sentí abrumado. Pensaba que no tendría oportunidad y no me iban a aceptar”, dijo a La Opinión el chico que creció en el barrio Koreatown de Los Ángeles.
Harvard, Cornell, Princeton, Yale, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), UCLA, UC Berkeley y la Universidad de Pennsylvania aceptaron abrirle las puertas.
Este chico mexicano camina en contra de las estadísticas y pronósticos, pues los jóvenes latinos de bajos ingresos son los que tienen menos oportunidad de graduarse en una universidad y menos en una de élite.
De acuerdo al Centro de Investigación Pew, los hispanos son el grupo étnico que ha abatido más su tasa de deserción escolar pasando de un 33 % al 12 % en la última década, sin embargo, tienen el índice más bajo de obtención de un título de cuatro años con solo 15 %.
La razón es que por su condición socieconómica, son más propensos a asistir a escuelas públicas con carreras de dos años, para enrolarse en la vida laboral lo más pronto posible.
“No la hemos tenido fácil en la casa. Mis padres trabajan muy duro”, explicó José al diario angelino. Apuntó que sus padres lo pudieron asistir poco en sus estudios básicos, porque pasan gran parte del día fuera de casa trabajando. Su madre ayuda en la limpieza en un hospital, y su padre es cocinero.
“Ellos me empujaron a hacer lo más que pudiera. Me decían cada día que me pusiera las pilas, que diera el 100 %. Ellos son mi motivación. Todo lo que he hecho ha sido con su ayuda. Están muy orgullosos”, dice sobre sus padres.
“Mamá quiere una vida mejor para nosotros de la que ellos tuvieron. Quiere que siga mi pasión”, apuntó.
No es de extrañar que precisamente un hijo de inmigrantes destaque así a nivel académico, un estudio de la National Foundation for American Policy encontró que este año el 83 % (33 de 40) de los finalistas de la búsqueda de talento científico conocida como Intel Science Talent Search, son hijos de extranjeros.
Como dicen por ahí, son los inmigrantes los que pueden hacer a este país grande otra vez.
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