A muchos californianos les gusta comer frutas frescas, pero no quieren estar cerca de campesinos.
Por: Omar Porcayo
En los últimos meses la labor de los campesinos mexicanos ha cobrado relevancia, la amenaza de la administración Trump en materia migratoria ha hecho palpable el daño que provocaría en la industria agroalimentaria su ausencia.
Sin embargo, en California los trabajadores mexicanos que llegan a laborar como parte del programa de visas temporales H-2A, encuentran comunidades hostiles que no los quieren de vecinos.
Ante la escasez de vivienda en el Valle de California, el productor de cereza Greg France y su esposa, Donna, comenzaron a construir un desarrollo habitacional en San Luis Obispo, California, para albergar a más de 100 trabajadores provenientes de México para la temporada de cosecha.
De acuerdo con Los Angeles Times, los habitantes de esta área rural mayoritariamente blancos (83 % según el último censo) comenzaron a protestar agresivamente e incluso amenazaron de muerte a los France.
El 6 de abril de 2016, uno de los hogares fue consumido por un incendio. Aunque sigue sin esclarecerse oficialmente la causa, las autoridades tienen elementos suficientes para considerar que fue provocado.
“Ellos aman las cerezas, pero no quieren a los campesinos”, dijo al diario angelino Lucas Zucker, director de comunicación del Central Coast United para la Economía Sustentable, una organización que defiende los derechos laborales.
Este tipo de conductas agresivas hacia los campesinos han agravado la escasez de mano de obra que asola a los productores. Los trabajadores inmigrantes no solo deben lidiar con las amenazas de la administración Trump, sino con la falta de vivienda digna.
De acuerdo a lo establecido en la normatividad para que los granjeros reciban la aprobación de contratar trabajadores temporales a través de la visa H-2A, ellos deben de proveer casa habitación digna a sus campesinos. Este apartado está lejos de cumplirse a cabalidad en la práctica.
De los 11,000 trabajadores temporales que llegaron a California en 2016, más de 1,400 se instalaron en las zonas más pobres de la ciudad de Santa María, en la Costa Central. Otros 2,500 se ubicaron en centros urbanos improvisados en el Valle de Salinas, donde el hacinamiento es la regla.
En 2015, Tanimura & Antle perdió una producción de lechugas valuada en dos millones de dólares porque no consiguió la fuerza laboral suficiente para trabajarlas y evitar su putrefacción.
Para este año instalaron en el pequeño poblado de Spreckels Crossing un desarrollo habitacional extraordinario con viviendas nuevas, de buen espacio y áreas de esparcimiento para sus trabajadores, entre los que hay 800 campesinos mexicanos temporales.
A pesar de todos los beneficios económicos que tendría, parte de los 760 residentes de Spreckels, en su mayoría blancos con ingresos superiores a la media en el estado, presentaron demandas para cancelar el proyecto de Tanimura & Antle.
Los habitantes argumentaban que la presencia de campesinos disminuiría el valor de sus propiedades e incrementaría la tasa de criminalidad. Incluso el distrito escolar insistió en recibir más dinero, aunque los trabajadores temporales en su mayoría, no viajan con niños.
Activistas y organizaciones aseguran que sin un programa eficiente de construcción de vivienda, se corre el riesgo de revivir los oscuros tiempos de la era de los Braceros, en los que los trabajadores mexicanos vivían hacinados en barracas.
Es responsabilidad de cada ciudad y condado, hacer valer lo dispuesto en los estatutos de la visa H-2A. Se trata de un acto mínimo de decencia, para los que ponen la comida en las mesas de Estados Unidos.
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