La idea de involucrarse en el rescate de un oficio ha llevado a los mosaiqueros oaxaqueños a “levantar” el negocio.
Por: Oso Oseguera
En 2007 solo quedaba una de las 15 fábricas de mosaico que existieron en la ciudad de Oaxaca: Arte y Decoración. A esta industria la estaba matando lentamente de la loseta industrial.
El artista plástico Francisco Toledo se acercó a Javier García García, dueño del taller, y le propuso que imprimiera algunos de sus diseños en los mosaicos de 30 x 30 cm.
García García se quedó sorprendido, pues sabía que estaba hablando con una celebridad plástica mundialmente reconocida.
Toledo le dibujó murciélagos, changos, alacranes… hasta sumar 10 diseños. Pero ahí no quedó todo, además invitó a otros artistas para “salvar” a una artesanía que se había quedado rezagada.
Luis Zárate, Dr. Lakra, Jan Hendrix, Mauricio Cervantes, José Castro Leñero, James Brown y el diseñador Héctor Esrawe aceptaron la invitación y empezaron a trabajar.
Así surgió la sociedad Toledo-García, y Oaxaca se ha visto renacer el arte del mosaico. Y es que los diseños son novedosos, llamativos, artísticos. Se pueden apreciar en baños, cocinas y pisos de casas particulares y empresas como la Fábrica de Papel de San Agustín Etla o el Hotel Azul, en Oaxaca.
La Fundación Alfredo Harp Helú o edificios públicos como el Centro Académico y Cultural San Pablo, la Fonoteca Eduardo Matos y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) son otros convencidos de los diseños modernos de los mosaicos.
En la Ciudad de México destaca la Biblioteca Personal de Carlos Monsiváis, donde Toledo y García recubrieron el piso con (59) gatos, animal favorito del escritor. El lugar puede visitarse todos los días de la semana y se encuentra en el interior de la Biblioteca México de la Ciudadela.
De casi irse a la bancarrota, Arte y Decoración dio un giro y hoy exporta mosaicos a Estados Unidos (Los Ángeles, California, Nueva York, NY o Miami, Florida), Inglaterra y Francia.
Javier García asegura que este mosaico posee gran resistencia, conseguida a través de un riguroso control de calidad y un complicado proceso de fabricación artesanal.
En la ciudad de Oaxaca, cafés y restaurantes como La Brújula, Sabina Sabe y La Tradición han solicitado incluso mosaicos con su propio diseño para “personalizar” sus espacios.
“Hace cuatro meses, luego de tres años de trabajo conjunto con el maestro Francisco Toledo, se juntaron las utilidades de los tres años y el maestro Toledo decidió que se repartieran entre los obreros del taller. Los muchachos y nosotros quedamos muy contentos porque es una obra que el maestro ha hecho sin ningún interés. Ahí vimos su gran calidad como persona. Nosotros lo apreciamos no solo por lo que es como artista sino sobre todo, por su calidad humana”, expresa el artesano a Sucedió en Oaxaca, un periódico local.
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