Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido.
Por: Omar Porcayo
Los fenómenos naturales han golpeado con fuerza a los Estados Unidos, pero antes de la llegada de los huracanes Harvey e Irma, la tormenta que desató Donald Trump en contra de los inmigrantes causó una sacudida en la fuerza laboral del país, que hoy hace más falta que nunca para reconstruir ciudades como Houston.
Con 10,000 arrestos este año, la oficina de “La Migra” en Houston fue la segunda a nivel nacional en este rubro, solo por debajo de Dallas. Lógicamente, una cruzada así golpeó el sector de la industria en el que se desempeña mayormente la población inmigrante: la construcción.
De acuerdo con el Centro de Investigación Pew, el 27 % de la mano de obra en la construcción es inmigrante, es decir 8.3 millones de personas. De esa cantidad, poco más del 50 % se encuentra en una situación inmigratoria irregular.
La escasez de albañiles en Texas ha provocado una escalada de precios poco favorables para la industria. “Toda la atención en la frontera es frustrante, porque el ramo de la construcción necesita una gran ayuda que no llega”, dijo a Dallas News Phil Crone, ejecutivo de la Asociación de Constructores de Dallas.
Ahora con decenas de miles de casas afectadas en Houston por el huracán Harvey, contratistas y pobladores en general padecen para encontrar albañiles que hagan labores sencillas o complejas. Naturalmente, los que se encuentran disponibles en las calles, tienen una tarifa más alta para perjuicio de la pronta recuperación.
Un estudio de la Universidad de California y el National Day Laborer Organizing Network, elaborado en 2009, demostró que cerca de 100,000 inmigrantes hispanos fueron claves en la reconstrucción tras el paso del huracán Katrina en Nueva Orléans. Además, laboraron en condiciones insalubres y sin beneficios sociales.
De acuerdo con NACLA, hace 12 años el presidente George W. Bush tuvo que instar a las compañías constructoras y contratistas a relajar sus verificaciones de residencia, para poder satisfacer la demanda de trabajadores. Incluso se documentó que grandes cantidades del presupuesto de la Casa Blanca para la reconstrucción fue a dar a los bolsillos de trabajadores indocumentados.
“Si nos deportan a todos, ¿quién va a reconstruir esto?”, se preguntó Samuel Enríquez, un albañil centroamericano que vive en Houston sin autorización, tiene los conocimientos y la habilidad para ayudar, pero no puede acceder libremente a las ofertas de trabajo por su condición inmigratoria.
“Nosotros trabajamos por menos, así es”, declaró Enríquez a The Washington Post.
A una semana del desastre en la tercera ciudad más poblada de Estados Unidos, los residentes tienen que pagar hasta 150 dólares para que un trabajador dedique 8 horas de su tiempo a limpiar cocheras y jardines tras la inundación. Las tareas de carpintería y albañilería más complejas, pueden alcanzar hasta los 25 dólares por hora.
Por si fuera poco, la ley antiinmigrante SB4 estuvo a horas de entrar en vigor en Texas. Esta infame legislación permite a los oficiales preguntar por el estatus migratorio a cualquier persona a su discreción. El efecto en la población latina, se anticipaba dañino y los efectos laborales, igual de contraproducentes.
El mismo panorama se asoma en Florida y ciudades como Miami, que canceló las políticas santuario en concordancia con la línea antiinmigrante de Trump. Los daños materiales son cuantiosos en negocios y casas hogar tras el paso de Irma, así que la falta de trabajadores comenzará a ser evidente en los próximos días.
Trump ha prometido una recuperación expedita y profesional, sin embargo su discurso se desvanece ante la falta de manos dispuestas a hacer el trabajo, manos que él mismo se ha encargado de expulsar del país.
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