La tierra nos brinda muchos regalos, y con ingenio sacamos de ella figuras de barro.
Por: Grethel Delgado
El arte de trabajar la arcilla data de la época prehispánica. Nuestros antepasados ponían manos y corazón para extraer obras de arte funcionales y duraderas, a partir de un montón de tierra.
Tierra, agua y fuego
Jarras, ollas, platos, jarrones, figuras decorativas, tazas, cazuelas y un sinnúmero de objetos, vienen de la tierra.
En la antigüedad, tres elementos fueron suficientes para crear herramientas de trabajo, utensilios domésticos y objetos para rituales: la arcilla, un poco de agua, y el fuego.
La diversidad de barros mexicanos era tan grande, que conquistadores españoles como Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo no tenían modo de describirlos.
Según los indígenas, los alfareros eran considerados como creadores de vida. Entre sus manos y el barro ocurría el milagro de la forma, en una conversación íntima con la tierra.
Actualmente, las técnicas mesoamericanas se desarrollan a altísimos niveles y son admiradas en todo el mundo. La talavera de Puebla, el árbol de la vida, la cerámica de Cocucho, el barro negro de Oaxaca y la mayólica, son algunos de los tesoros que México entrega al mundo.
Los alfareros tienen en sus manos el don de la creación, y nosotros, el placer de cuidar nuestras tradiciones.
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