Este médico dejó la comodidad de su país para viajar a zonas de conflicto para ayudar a los que más lo necesitan.
Por: Omar Porcayo
El reciente ataque con armas químicas que causó la muerte de cientos de niños, es una de las muestras más cruentas del horror que se vive en Siria tras seis años de conflicto armado. Según estimaciones de la ONU la guerra civil ha dejado más de 400,000 víctimas fatales y millones de desplazados.
En medio de este horror surgen héroes como Alonso Cosío, un médico mexicano que ha dejado la comodidad de su país para trasladarse a ayudar a los que más lo necesitan.
Cosío es un galeno que colabora con Médicos Sin Fronteras (MSF) desde hace años en zonas de conflicto y que ahora está destacado en Turquía brindando apoyo remoto a hospitales de Aleppo, Siria, la ciudad donde los efectos de la guerra se han sentido con más intensidad.
“Si me dieran a escoger, me gustaría estar con los pacientes, soy médico. Lamentablemente no hay condiciones para hacerlo”, dijo a El Universal el doctor egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), desde Gaziantep, una importante ciudad turca a solo una hora de Aleppo.
Gaziantep no está ajena a los peligros del conflicto. Aunque las autoridades de Turquía han montado un dispositivo de seguridad extremo en agosto hubo un atentado con bomba que dejó 51 fallecidos. Estas circunstancias para desarrollar su profesión no son ajenas a Cosío, que lleva años en zonas de guerra como Sudán del Sur y Yemen.
Cosío, que está casado con una cirujana que también trabaja en territorio bélico para MSF, se encarga de coordinar a través de Internet con médicos locales en Aleppo el suministro de material médico y asistirlos en el tratamiento a heridos por bombas y derrumbes.
Las imágenes de las que ha sido testigo son inimaginables pero solo han reforzado su convicción por ayudar, como lo ha venido realizando por años en otras localidades.
“En Yemen vi desnutrición, malaria, heridos por los conflictos que existían en la zona”, narra al diario mexicano el doctor.
Una vez ayudando a niños cuya escuela había sido bombardeada, escuchó a los aviones regresar en total indefensión: “Solo pensé: ‘Que no se les ocurra aventar bombas aquí’, porque no podíamos correr y dejar a los pacientes, ellos están primero”, recuerda.
En su primera experiencia en Sudán del Sur, entendió que las historias son tristes, pero que gracias al sacrificio de los que pueden ayudar, el final puede ser feliz.
“En el Centro de Alimentación Terapéutica para pacientes hospitalizados del Hospital de MSF en Agok, Sudán del Sur, tenemos 30 camas que a veces son compartidas entre dos o tres pacientes, todos ellos con la desnutrición severa”, escribió en el portal de MSF en 2015.
“A veces —la mayoría de ellas—, el final de la historia es feliz… No sé si es realmente feliz para los niños o solo para nosotros. Es una alegría ver cómo un niño que llegó al hospital con desnutrición severa, deshidratación severa y casi inconsciente, después de una semana comienza a mejorar”, explica.
Su contrato con MSF expira en solo cinco meses. Menos de medio año lo separa de regresar a México y olvidarse de la tragedia que representa la guerra, sin embargo decidió volver a firmar por otros dos años.
Eso, es un héroe.
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