Nadie tiene excusas para quitarle sus hijos a otras personas, mucho menos si son tu propia gente.
La foto de una niña de un año y 11 meses llorando desesperada mientras un agente de la Patrulla Fronteriza esposa a su madre enfrente de una camioneta de la agencia le ha dado la vuelta al mundo. Al igual que las imágenes de niños enjaulados, ha causado indignación y una profunda tristeza, incluso entre quienes alguna vez sirvieron a la corporación.
Jenn Budd, una ex oficial del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), aceptó que se sintió avergonzada y asqueada de alguna vez haber servido a esa oficina, tras escuchar los audios que publicó la organización sin fines de lucro, ProPublica, en la que se oye a niños suplicando por sus padres entre lágrimas, mientras algunos oficiales se burlan y se ríen.
“Honestamente me siento avergonzada de algún día haber servido a esta organización, es ilegal arrancar a estos niños de sus padres así. Es inaudito”, confesó a HuffPost la veterana de 47 años que trabajó como patrullera senior entre 1995 y 2001.
En las semanas recientes han salido a la luz evidencias de la crueldad con la que el gobierno estadounidense ha implementado la política de tolerancia cero, dejando cautivos a miles de niños en 100 centros de detención repartidos en 17 estados, siendo Texas donde está la mayor concentración.
Cuestionado a nivel nacional e internacional, Donald Trump no solo ha defendido esta estrategia de disuasión migratoria, sino que además ha elevado el tono de la deshumanización de los inmigrantes con palabras propias para una plaga y retiró a los Estados Unidos Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas.
En una de las pocas explicaciones que ha dado el gobierno estadounidense – sin contar a Jeff Sessions que citó pasajes bíblicos para justificarse -, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, dijo que los oficiales de “La Migra” retiran a los niños de sus familiares cuando son arrestados cruzando ilegalmente la frontera, porque estos no pueden documentar su parentesco, y así evitan el tráfico humano.
“Es una mentira”, dijo contundente Budd.
“Nadie cruza la frontera con actas de nacimiento y aunque lo hicieran, los oficiales de migración no les creerían, dirían: ‘son falsas’, es muy raro que alguien cruce la frontera con un niño que no es suyo, están mintiendo”, agregó.
La mayor parte de los miles de niños que se encuentran en centros de detención son de origen latino, igual que 5 de cada 10 oficiales de la corporación. Dejando a un lado que se trata de hispanos atrapando a su propia gente, la crisis es más de naturaleza humanitaria y legal.
“Los agentes de la Patrulla Fronteriza no saben una mierda (de cuestiones legales). Ellos solo tratan de atraparte cruzando la frontera… solo son guardias y eso es una realidad”, agregó.
Budd aceptó que los agentes y los nuevos reclutas no reciben ningún tipo de capacitación en materia de derechos humanos, pero eso no los excusa de estar cometiendo una crueldad.
“No hay excusa para estos oficiales para no dejar sus armas y sus placas y decir que esto es ilegal. Alguien tiene que levantarse, hacer algo. El sindicato de la Patrulla Fronteriza debe dejar de seguir órdenes ilegales”.
Como ejemplo de que nadie puede mantenerse ajeno y limitarse a ayudar a cumplir la agenda de limpieza racial de Trump y Sessions, los gobernadores de Nueva York, Colorado y Massachusetts, cancelaron el acuerdo que tenían con la Casa Blanca para enviar elementos de su Guarida Nacional a la frontera.
“¿Nos vamos a limitar a aceptar esto, a aceptar que nos arrojen en algo que nos incendie, o vamos a levantarnos y a hacer algo al respecto”, se preguntó Budd.
“Yo no me voy a quedar de brazos cruzado”, concluyó.
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