Trump se jacta de ser un ganador, pero California le ha hecho morder el polvo una y otra vez.
La semana pasada la Casa Blanca envió un tuit lleno de beligerancia en contra de California. Acusó a la entidad de poner “los intereses de los extranjeros delincuentes por encima del bienestar de los ciudadanos estadounidenses”, casi como hablando de una amenaza exterior, no de uno de los 50 estados de la Unión Americana.
Y es que en muchos sentidos, California es un lugar ajeno para Donald Trump, un némesis de su visión de país: incluyente, progresista y reacio a someterse a su agenda antiinmigrante. Es por eso que la visita de este martes genera el mismo rechazo que provocaría el republicano en México, por ejemplo.
No es casualidad que Trump haya tardado más que ningún otro presidente desde Franklin D. Roosevelt en visitar California. Sabe que en estas tierras perdió en las elecciones por 4.3 millones de votos, una cifra superior a los 3 millones de votos de diferencia a favor de Hillary Clinton en la votación popular. En otras palabras fracasó casi 2 a 1 con un porcentaje de 62 % a 32 %.
Su impopularidad se hace más severa en el “Estado Dorado”, donde solo un 22 % de la población lo aprueba, de acuerdo a la encuesta de USC Dornsife/Los Angeles Times de noviembre. Esto puede indicar que inclusive muchos republicanos que votaron por él han desertado de sus filas.
Endulzados por las promesas de campaña de liberación de regulaciones y reducción de impuestos, muchos productores del Valle Central de California votaron por Trump, pero desde los primeros meses de su gestión manifestaron su arrepentimiento pues su ofensiva contra los inmigrantes solo causó escasez de mano de obra en los campos de cultivo. Su amenaza al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también encendió las alarmas porque podría erosionar su principal ingreso por concepto de exportaciones a México.
“Les estoy diciendo que se mantengan alejados… No le faltaremos el respeto, pero tampoco haremos una sesión fotográfica con él”, dijo a Los Ángeles Times un consultor republicano del sur de California, sobre la ausencia de partidarios republicanos en los eventos de Trump en el estado.
Se tiene proyectado que el presidente supervise los prototipos del muro fronterizo construidos en la zona limítrofe de San Diego con Tijuana y luego acuda a una cena de recaudación de fondos en Beverly Hills.
Activistas, defensores de derechos humanos y sociedad en general, han preparado manifestaciones para mostrar su repudio al mandatario que tiene demandado al estado ante una corte federal por la decisión de declararse “santuario”.
Trump y el fiscal general, Jeff Sessions, se han topado con pared a la hora de enfrentar a California en las cortes, especialmente en materia de inmigración. El fiscal estatal, Xavier Becerra, ha presentado un puñado de demandas en contra de los decretos más controvertidos del mandatario como el veto migratorio a ciudadanos de origen musulmán.
“Con base en el récord de Sessions en las cortes, tengo confianza en que ganaremos esta batalla”, escribió el líder del Senado, Kevin de León, al responder a la demanda en contra del estado por su política “santuario”.
“No nos vamos a dejar intimidar”, agregó el político hijo de inmigrantes.
A las diferencias políticas de Trump con California, se suman experiencias poco favorables en el ámbito empresarial. Por si fuera poco, el presidente inició su rol como celebridad en los “reality shows” y la comunidad de famosos de Hollywood prácticamente lo ha desterrado.
Es la suma de derrotas y desafíos lo que ha generado tanto rencor en Trump. Acostumbrado a “ganar” y ejercer su voluntad, el estado donde 40 % de la población es de origen latino, le ha enseñado que también se pierde y que ni el presidente de los Estados Unidos es todopoderoso.
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