Esmeraldas con hojas y espinas que los mexicanos llevan en la sangre.
Por: Omar Porcayo
La amorosa relación entre la planta de agave y México es milenaria y no es una simple casualidad. Desde hace más de 7,000 años los agaves y los magueyes han iluminado el paisaje de casi todo el territorio mexicano, dando forma a su cultura y a su economía.
La palabra agave, que proviene del griego y quiere decir “noble” o “admirable”, no podía describir de mejor manera a esta planta monocotiledónea, que ha sido aprovechada desde los tiempos de los primeros pobladores en Mesoamérica, de todas las formas imaginables.
Porque es esta planta la que perfiló el abanico de bebidas que México le ofrece al mundo: tequila, mezcal, aguamiel y pulque, todos productos de sus hojas dispuestas en espiral, verdes e inconfundibles.
Las bebidas quizás son su producto más conocido, pero están lejos de ser el único. Los mexicanos han sabido utilizar “su planta” como alimento, medicina, combustible, calzado, vestimenta, abono y ornato; además de material de construcción y elaboración de implementos agrícolas.
Bueno, ni los gusanos que viven entre sus raíces se salvan de ser aprovechados.
Y es que literalmente el agave es la planta de los mexicanos. De las 210 especies que hay en el mundo, 159 crecen en México, 119 son endémicas y 88 microendémicas, es decir que habitan en menos de 30,000 kms. cuadrados.
De acuerdo con Abisaí García Mendoza, autor de “Los agaves en México“, su abundancia se debe a la heterogeneidad del terreno mexicano, con su peculiar clima y suelo. Incluso eventos históricos han influido para su domesticación y extensión por más del 80 % del país.
“México es el país de los agaves, esta planta refleja la biodiversidad que caracteriza a la nación, es parte primordial de los paisajes mexicanos”, describe García Mendoza, colaborador de Agared, una iniciativa que promueve la cultura de este recurso.
Agave, pita, maguey, cabuya, fique o mezcal, son “esmeraldas” con hojas y espinas, que han resultado más valiosas que el oro para un país que las atesora y las lleva en su sangre.
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